La actividad instructiva como medio de educación del entendimiento
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Fecha:
1980Publicado en:
Revista de bachillerato. 1980, n. 16 ; p. 7-10Resumen:
En la práctica es muy frecuente un tipo de actividad docente que sólo pretende que el alumno acapare conocimientos, que los domine y los pueda usar correctamente, pero con una total despreocupación por la mejora y el perfeccionamiento del entendimiento. En este caso el profesor es sólo docente, no educador. Ayuda al alumno a llenar su mente de saberes, pero no el prepara a que los alumbre por sí mismo. De ello, se deduce que el buen profesor-educador es el que aprovecha para instruir al discente y capacitarle para aprender autónomamente. La actividad instructiva-formativa es aquella que además del saber, pretende el aumento de la perfección del discente. La actividad intelectual no se debe a la instrucción pura y dura, sino a la perfección con que esta actividad es realizada por el educando. Es evidente, que la perfección de la actividad instructiva está en función del empeño total del educando en su realización. Por eso se da tanta importancia a la motivación del aprendizaje. El arte del profesor consistirá en saber excitar la curiosidad del discentes, proponiéndole con fines atractivos los fines que este debe lograr, haciéndole ver que el esfuerzo del aprendizaje es un medio duro, pero tiene su recompensa. El hecho de que un educando se empeñe vitalmente, con todas sus fuerzas y energías en la realización de una tarea de aprendizaje permite siempre augurar que la ejecutará con un alto grado de perfección. No puede considerarse un proceso instructivo perfecto cuando se descuide la precisión, el rigor, la exactitud, la riqueza de notas de los conceptos, etcétera. La acción instructiva del discente no puede ser perfecta si no se ajusta en un todo a la verdad y el espíritu crítico. Es importante para la educación intelectual de la juventud el hecho de que los docentes conozcan con la mayor exactitud posible las características de la instrucción perfecta. También el profesor educador tiene que tener una dosis de paciencia para abstenerse de corregir errores precipitadamente y dar tiempo a que el alumno los enmiende por propia iniciativa.
En la práctica es muy frecuente un tipo de actividad docente que sólo pretende que el alumno acapare conocimientos, que los domine y los pueda usar correctamente, pero con una total despreocupación por la mejora y el perfeccionamiento del entendimiento. En este caso el profesor es sólo docente, no educador. Ayuda al alumno a llenar su mente de saberes, pero no el prepara a que los alumbre por sí mismo. De ello, se deduce que el buen profesor-educador es el que aprovecha para instruir al discente y capacitarle para aprender autónomamente. La actividad instructiva-formativa es aquella que además del saber, pretende el aumento de la perfección del discente. La actividad intelectual no se debe a la instrucción pura y dura, sino a la perfección con que esta actividad es realizada por el educando. Es evidente, que la perfección de la actividad instructiva está en función del empeño total del educando en su realización. Por eso se da tanta importancia a la motivación del aprendizaje. El arte del profesor consistirá en saber excitar la curiosidad del discentes, proponiéndole con fines atractivos los fines que este debe lograr, haciéndole ver que el esfuerzo del aprendizaje es un medio duro, pero tiene su recompensa. El hecho de que un educando se empeñe vitalmente, con todas sus fuerzas y energías en la realización de una tarea de aprendizaje permite siempre augurar que la ejecutará con un alto grado de perfección. No puede considerarse un proceso instructivo perfecto cuando se descuide la precisión, el rigor, la exactitud, la riqueza de notas de los conceptos, etcétera. La acción instructiva del discente no puede ser perfecta si no se ajusta en un todo a la verdad y el espíritu crítico. Es importante para la educación intelectual de la juventud el hecho de que los docentes conozcan con la mayor exactitud posible las características de la instrucción perfecta. También el profesor educador tiene que tener una dosis de paciencia para abstenerse de corregir errores precipitadamente y dar tiempo a que el alumno los enmiende por propia iniciativa.
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