La escuela española un siglo después de Joaquín Costa
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Fecha:
1987Publicado en:
Revista de educación. 1987, n. 283 ; p. 187-200Resumen:
Costa hace una severa crítica de la España de finales del siglo XIX, igual que otros regeneracionistas, y aunque solía exagerar es preciso admitir la rectitud de sus planteamientos. Un siglo después de Joaquín Costa, si bien podemos avanzar por el seguro camino de la sociedad europea, es obvio que queda mucho por hacer. La tasa de analfabetos sigue muy por encima del cinco por cien, faltan unos 100.000 maestros, los colegios están descapitalizados por falta de organización y de cabezas profesionalmente dedicadas, y la enseñanza media se halla en crisis de identidad, sin duda por su crecimiento. Un siglo después vemos que tenía mucha razón y que no fue escuchado. España tiene que encerrarse en la escuela y en la universidad como en un nuevo claustro materno, atacada de la manía de silabario, de la manía de la ciencia, como en otro tiempo Don Quijote de los libros de caballería, y no salir de allí hasta que, como al gusano de seda, le hayan nacido alas, hasta que se haya dado una cabeza nueva.
Costa hace una severa crítica de la España de finales del siglo XIX, igual que otros regeneracionistas, y aunque solía exagerar es preciso admitir la rectitud de sus planteamientos. Un siglo después de Joaquín Costa, si bien podemos avanzar por el seguro camino de la sociedad europea, es obvio que queda mucho por hacer. La tasa de analfabetos sigue muy por encima del cinco por cien, faltan unos 100.000 maestros, los colegios están descapitalizados por falta de organización y de cabezas profesionalmente dedicadas, y la enseñanza media se halla en crisis de identidad, sin duda por su crecimiento. Un siglo después vemos que tenía mucha razón y que no fue escuchado. España tiene que encerrarse en la escuela y en la universidad como en un nuevo claustro materno, atacada de la manía de silabario, de la manía de la ciencia, como en otro tiempo Don Quijote de los libros de caballería, y no salir de allí hasta que, como al gusano de seda, le hayan nacido alas, hasta que se haya dado una cabeza nueva.
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