El duelo en el niño : cuándo es normal y cuándo se complica
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Fecha:
2009Publicado en:
Cuadernos de pedagogía. 2009, n. 388, marzo ; p. 54-56Resumen:
Es necesario desmitificar la idea de que niños y ancianos no son conscientes de las pérdidas de un familiar y no deben participar en los procesos para afrontarlas. Para que un niño pueda comprender la muerte debe comprender algunos conceptos. Esto sucede aproximadamente a los 7 años cuando pueden hacerlo sin las fantasías, ni pensamientos mágicos de edades tempranas. Los procesos de duelo implican sensaciones físicas y reacciones emocionales, cognitivas, conductuales y espirituales. La forma de cómo la familia afronta una pérdida influye en el niño, en sus reacciones emocionales y en las dificultades que haya provocado. Las manifestaciones 'normales' del duelo en la infancia implican la tristeza y el llanto, las respuestas de ansiedad, culpa, rabia, quejas somáticas, etc. Pero estas respuestas pueden complicarse si los mensajes que recibe el niño del adulto no son adecuados. El mejor indicador es siempre la observación de la conducta de los niños. Algunos signos de alerta, entre otros, son: dificultades persistentes para aceptar la realidad de la pérdida o para hablar de la persona fallecida, quejas y problemas de salud frecuentes; accidentes; dificultades de concentración y problemas de aprendizaje; manifestaciones de ansiedad; trastornos del sueño; disminución del interés por la vida, etc. En gran medida, todo dependerá del momento evolutivo y la capacidad de comprensión de la muerte del niño.
Es necesario desmitificar la idea de que niños y ancianos no son conscientes de las pérdidas de un familiar y no deben participar en los procesos para afrontarlas. Para que un niño pueda comprender la muerte debe comprender algunos conceptos. Esto sucede aproximadamente a los 7 años cuando pueden hacerlo sin las fantasías, ni pensamientos mágicos de edades tempranas. Los procesos de duelo implican sensaciones físicas y reacciones emocionales, cognitivas, conductuales y espirituales. La forma de cómo la familia afronta una pérdida influye en el niño, en sus reacciones emocionales y en las dificultades que haya provocado. Las manifestaciones 'normales' del duelo en la infancia implican la tristeza y el llanto, las respuestas de ansiedad, culpa, rabia, quejas somáticas, etc. Pero estas respuestas pueden complicarse si los mensajes que recibe el niño del adulto no son adecuados. El mejor indicador es siempre la observación de la conducta de los niños. Algunos signos de alerta, entre otros, son: dificultades persistentes para aceptar la realidad de la pérdida o para hablar de la persona fallecida, quejas y problemas de salud frecuentes; accidentes; dificultades de concentración y problemas de aprendizaje; manifestaciones de ansiedad; trastornos del sueño; disminución del interés por la vida, etc. En gran medida, todo dependerá del momento evolutivo y la capacidad de comprensión de la muerte del niño.
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