¿Por qué es necesaria una pedagogía de la muerte?
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Fecha:
2009Publicado en:
Cuadernos de pedagogía. 2009, n. 388, marzo ; p. 52-53Resumen:
En la mayoría de los centros, los sucesos de dolor cogen desprevenidos y sin recursos al profesorado. Se están sentando las bases de lo que podría denominarse una pedagogía de la muerte y se concretan los valores y las dimensiones que hay que trabajar, así como protocolos y pautas de intervención. Educar para la muerte significa tener una visión peculiar de la vida y del tiempo. Cada momento de la vida es único e irrepetible. Por otro lado, hay que destacar la poca dedicación y atención que contempla oficialmente la formación escolar a este tema. Los niños y adolescentes captan, en el ambiente y en la sociedad, la ocultación de las situaciones complicadas y dolorosas. La muerte, como la vida, ha de entrar en las escuelas y en casa con naturalidad, serenamente y progresivamente desde la primera infancia. Educar para la muerte significa educar para la vida. Consiste en extraer de las situaciones límite aquellos valores éticos que su presencia genera: serenidad, amistad, solidaridad, compasión, respeto o paciencia.
En la mayoría de los centros, los sucesos de dolor cogen desprevenidos y sin recursos al profesorado. Se están sentando las bases de lo que podría denominarse una pedagogía de la muerte y se concretan los valores y las dimensiones que hay que trabajar, así como protocolos y pautas de intervención. Educar para la muerte significa tener una visión peculiar de la vida y del tiempo. Cada momento de la vida es único e irrepetible. Por otro lado, hay que destacar la poca dedicación y atención que contempla oficialmente la formación escolar a este tema. Los niños y adolescentes captan, en el ambiente y en la sociedad, la ocultación de las situaciones complicadas y dolorosas. La muerte, como la vida, ha de entrar en las escuelas y en casa con naturalidad, serenamente y progresivamente desde la primera infancia. Educar para la muerte significa educar para la vida. Consiste en extraer de las situaciones límite aquellos valores éticos que su presencia genera: serenidad, amistad, solidaridad, compasión, respeto o paciencia.
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