Los terremotos de 1863 en la comarca del levante almeriense
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Fecha:
2009Publicado en:
Espiral. Cuadernos del profesorado. 2009, v. 2, n. 3, enero ; p. 27-40Resumen:
En el verano de 1863, entre el 10 de junio y finales de septiembre, el norte de la provincia de Almería sufrió el episodio sísmico más prolongado de su historia documentada. Pero fue especialmente la cuenca baja del Almanzora la que contempló cómo la tierra oscilaba de un modo casi permanente, sin dar tregua a unos habitantes que, asustados, acongojados por esa inusual dilatación de unas sacudidas muchas veces violentas e inesperadas, protagonizaron escenas de pavor, de desconcierto colectivo que pusieron a prueba la capacidad de reacción de las administraciones municipales y provincial. Aunque los daños materiales no fueron cuantiosos ni dibujaron un panorama de destrucción generalizada, las repercusiones sobre la población deberán ser calificadas de notables; y el miedo, la inseguridad, ese temor ante lo inesperado, provocaron el abandono de los núcleos urbanos y el éxodo de aquellos habitantes hacia su periferia, donde surgieron improvisados campamentos que los cobijaron durante más de tres meses. En definitiva, se desencadenó una situación social excepcional que respondió a un fenómeno natural no menos extraordinario.
En el verano de 1863, entre el 10 de junio y finales de septiembre, el norte de la provincia de Almería sufrió el episodio sísmico más prolongado de su historia documentada. Pero fue especialmente la cuenca baja del Almanzora la que contempló cómo la tierra oscilaba de un modo casi permanente, sin dar tregua a unos habitantes que, asustados, acongojados por esa inusual dilatación de unas sacudidas muchas veces violentas e inesperadas, protagonizaron escenas de pavor, de desconcierto colectivo que pusieron a prueba la capacidad de reacción de las administraciones municipales y provincial. Aunque los daños materiales no fueron cuantiosos ni dibujaron un panorama de destrucción generalizada, las repercusiones sobre la población deberán ser calificadas de notables; y el miedo, la inseguridad, ese temor ante lo inesperado, provocaron el abandono de los núcleos urbanos y el éxodo de aquellos habitantes hacia su periferia, donde surgieron improvisados campamentos que los cobijaron durante más de tres meses. En definitiva, se desencadenó una situación social excepcional que respondió a un fenómeno natural no menos extraordinario.
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