Educación para la salud y drogas : cambiar el enfoque
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Fecha:
1998Publicado en:
Pedagogía social : revista interuniversitaria. 1998, n. 1, 2ª época ; p. 59-69Resumen:
No existe una opinión unánime sobre las percepciones y valores sociales asociados al consumo de drogas, en especial, porque cada grupo humano concreto y cada contexto cultural específico han desarrollado históricamente su propia construcción acerca del papel que ocupan en sus vidas y en sus relaciones. Así las cuestiones científicas relativas a los beneficios y riesgos de salud imputables a los distintos niveles de consumo siguen siendo clave y las dudas persisten con apreciaciones muy diversas y controvertidas. Desde el punto de vista educativo para la salud los discursos elaborados sobre las drogas solo adquieren sentido a partir de sus efectos sociales y personales. De ello se desprende que la tarea educativa debe dejar de presentarse como inculcación para convertirse en un modo de creación de espacios donde los individuos pueden desarrollarse libremente, encontrando o creando por sí mismos los recursos necesarios para dar respuestas sus necesidades. Esta apreciación de la acción educativa para la salud resitúa el campo de la acción social al configurarlo como un apoyo a los ciudadanos y sus comunidades y no como un sustituto del protagonismo de los actores sociales.
No existe una opinión unánime sobre las percepciones y valores sociales asociados al consumo de drogas, en especial, porque cada grupo humano concreto y cada contexto cultural específico han desarrollado históricamente su propia construcción acerca del papel que ocupan en sus vidas y en sus relaciones. Así las cuestiones científicas relativas a los beneficios y riesgos de salud imputables a los distintos niveles de consumo siguen siendo clave y las dudas persisten con apreciaciones muy diversas y controvertidas. Desde el punto de vista educativo para la salud los discursos elaborados sobre las drogas solo adquieren sentido a partir de sus efectos sociales y personales. De ello se desprende que la tarea educativa debe dejar de presentarse como inculcación para convertirse en un modo de creación de espacios donde los individuos pueden desarrollarse libremente, encontrando o creando por sí mismos los recursos necesarios para dar respuestas sus necesidades. Esta apreciación de la acción educativa para la salud resitúa el campo de la acción social al configurarlo como un apoyo a los ciudadanos y sus comunidades y no como un sustituto del protagonismo de los actores sociales.
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