El noble virtuoso : la recepción de la Ética aristotélica en la Castilla tardomedieval y renacentista
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Tesis doctoralEstadísticas:
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2015Resumen:
En esta investigación he establecido un recorrido del aristotelismo castellano desde el siglo XIII hasta el siglo XV, a partir de la recepción de la Ética de Aristóteles traducida al castellano, y centrándome en el tratamiento de las virtudes de la liberalidad, magnificencia y magnanimidad. Me he detenido en dos ámbitos: por un lado, en el contexto universitario, porque supone uno de los primeros canales de recepción y difusión de los textos; y, por otro, en el contexto cortesano, en la medida en que la moral aristotélica, y en el caso específico de las virtudes seleccionadas, resultó de especial interés para ese público, porque tales códigos de comportamiento forman parte del discurso de la administración del reino y del concepto e imagen del poder. En el primer caso, he analizado el corpus aristotélico en las bibliotecas monacales, catedralicias y universitarias de Castilla, deteniéndome especialmente en las enseñanzas de la Escuela de Salamanca. En el segundo ámbito, he estructurado el corpus estructurado a partir de las cortes regias castellanas desde el siglo XIII al XIV (Secretum secretoturm, Siete Partidas, Traducción y glosa del De regimine principum, son algunos ejemplos), y he analizado especialmente el corpus de obras de tinte aristotélico y traducciones de la Ética que se incluyen en el fenómeno de la bibliofilia en las cortes de Juan II, Enrique IV y el inicio del reinado de los Reyes Católicos. En el espacio cortesano cobran especial relieve dos factores relacionados: por un lado, la figura y función del letrado y, por otro, el surgimiento de unos nuevos lectores. Estas coordenadas justifican una vuelta a los clásicos en la que las traducciones se hacen cada vez más imprescindibles. Por lo tanto, me centro en la representación de un aristotelismo vernáculo, en donde quedan manifiestos los intereses de un nuevo público, formado principalmente por reyes y nobles, que responde y contribuye, a su vez, al desarrollo de un humanismo cívico, donde un Aristóteles leído en el siglo XV se encuentra inmerso en un renacimiento social y político. La propuesta aristotélica sobre la la virtud contribuye a configurar y fortalecer un discurso político que promociona la existencia de una jerarquía, en la que sólo algunos pueden acceder a los puestos de poder. Aristóteles es referencia autorizada para acercarse a las virtudes de la liberalidad, magnificencia y magnanimidad. Esta realidad se confirma específicamente en el caso de aquellos autores, glosadores o traductores que contaban con el estoicismo como base de sus interpretaciones, porque, en este sentido, el hecho de que seleccionen la moral aristotélica para la exposición de estas tres virtudes, ilumina la auctoritas del Filósofo. Ante los posibles conflictos con la doctrina cristiana (en relación con las virtudes de la pobreza y la humildad), los textos plantean también un discurso que compatibiliza la propuesta en pro de un comportamiento cívico de los grupos sociales superiores. Asimismo, en el periodo de transición que supone el continuum del Medievo al Renacimiento, la recepción aristotélica se especializa y purifica en el acceso a las fuentes. La lectura, y la interpretación y la utilización del Filósofo varían según el contexto, circunstancias e intenciones particulares de cada caso. En esta evolución, el componente cívico que proporciona la moral aristotélica resulta especialmente reclamado a partir del siglo XV, en el que Castilla también está viviendo tiempos de reorientación y adaptación a las nuevas coordenadas sociales y políticas. Esta situación se refleja también en diversas manifestaciones culturales. Entre éstas, el aristotelismo moral hereda de sus antepasados medievales unas formas, y, junto a las redescubiertas por el humanismo renacentista, las injerta en un suelo determinado, respondiendo a la demanda de unos intereses culturales e ideológicos acordes con el contexto histórico de una Castilla que se adentra en la modernidad.
En esta investigación he establecido un recorrido del aristotelismo castellano desde el siglo XIII hasta el siglo XV, a partir de la recepción de la Ética de Aristóteles traducida al castellano, y centrándome en el tratamiento de las virtudes de la liberalidad, magnificencia y magnanimidad. Me he detenido en dos ámbitos: por un lado, en el contexto universitario, porque supone uno de los primeros canales de recepción y difusión de los textos; y, por otro, en el contexto cortesano, en la medida en que la moral aristotélica, y en el caso específico de las virtudes seleccionadas, resultó de especial interés para ese público, porque tales códigos de comportamiento forman parte del discurso de la administración del reino y del concepto e imagen del poder. En el primer caso, he analizado el corpus aristotélico en las bibliotecas monacales, catedralicias y universitarias de Castilla, deteniéndome especialmente en las enseñanzas de la Escuela de Salamanca. En el segundo ámbito, he estructurado el corpus estructurado a partir de las cortes regias castellanas desde el siglo XIII al XIV (Secretum secretoturm, Siete Partidas, Traducción y glosa del De regimine principum, son algunos ejemplos), y he analizado especialmente el corpus de obras de tinte aristotélico y traducciones de la Ética que se incluyen en el fenómeno de la bibliofilia en las cortes de Juan II, Enrique IV y el inicio del reinado de los Reyes Católicos. En el espacio cortesano cobran especial relieve dos factores relacionados: por un lado, la figura y función del letrado y, por otro, el surgimiento de unos nuevos lectores. Estas coordenadas justifican una vuelta a los clásicos en la que las traducciones se hacen cada vez más imprescindibles. Por lo tanto, me centro en la representación de un aristotelismo vernáculo, en donde quedan manifiestos los intereses de un nuevo público, formado principalmente por reyes y nobles, que responde y contribuye, a su vez, al desarrollo de un humanismo cívico, donde un Aristóteles leído en el siglo XV se encuentra inmerso en un renacimiento social y político. La propuesta aristotélica sobre la la virtud contribuye a configurar y fortalecer un discurso político que promociona la existencia de una jerarquía, en la que sólo algunos pueden acceder a los puestos de poder. Aristóteles es referencia autorizada para acercarse a las virtudes de la liberalidad, magnificencia y magnanimidad. Esta realidad se confirma específicamente en el caso de aquellos autores, glosadores o traductores que contaban con el estoicismo como base de sus interpretaciones, porque, en este sentido, el hecho de que seleccionen la moral aristotélica para la exposición de estas tres virtudes, ilumina la auctoritas del Filósofo. Ante los posibles conflictos con la doctrina cristiana (en relación con las virtudes de la pobreza y la humildad), los textos plantean también un discurso que compatibiliza la propuesta en pro de un comportamiento cívico de los grupos sociales superiores. Asimismo, en el periodo de transición que supone el continuum del Medievo al Renacimiento, la recepción aristotélica se especializa y purifica en el acceso a las fuentes. La lectura, y la interpretación y la utilización del Filósofo varían según el contexto, circunstancias e intenciones particulares de cada caso. En esta evolución, el componente cívico que proporciona la moral aristotélica resulta especialmente reclamado a partir del siglo XV, en el que Castilla también está viviendo tiempos de reorientación y adaptación a las nuevas coordenadas sociales y políticas. Esta situación se refleja también en diversas manifestaciones culturales. Entre éstas, el aristotelismo moral hereda de sus antepasados medievales unas formas, y, junto a las redescubiertas por el humanismo renacentista, las injerta en un suelo determinado, respondiendo a la demanda de unos intereses culturales e ideológicos acordes con el contexto histórico de una Castilla que se adentra en la modernidad.
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