Transversalidad y democracia en el contexto europeo
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Fecha:
1996Publicado en:
Revista de educación. 1996, n. 309 ; p. 95-126Resumen:
En definitiva, hablar de educación ambiental, de coeducación, de educación para el consumo y para la salud, de educación sexual, moral y ciudadana, de igualdad de oportunidades, de educación para la paz y de derechos humanos, títulos de los temas transversales citados por el MEC (1989) no es más que reconocer que algo serio está fallando en nuestro mundo, es decir, la sociedad occidental en la que nos movemos quienes hablamos de la necesidad de transversalidad está en crisis. Nuestra cultura clásica falla. La orientación que se proporciona a la escuela es errónea. No es sólo un valor es algo más grande, más global, son los cimientos lo que se pone en duda. La concepción transversal sale al paso como una salida. Una solidaridad de la vida, a las puertas del siglo XXI, suena a comprensión del mundo, pero partiendo de la mundialización. Está surgiendo un sistema mundial cuando se anunciaba en los setenta que la humanidad estaba en una encrucijada capaz de ser aprovechada racionalmente, orientando la labor política hacia la cooperación y no por la confrontación. Estamos asistiendo a la mundialización de la democracia. En definitiva, la mundialización es una reacción a la crisis moderna de la sociedad occidental. Los temas transversales forman un todo y no son temas o valores desconexionados, sino una concepción acertada o no, de la existencia humana. Pero la transversalidad, entendida como una concepción globalmente solidaria, es decir, mundialista, exige a la democracia las mismas cualidades o una autonomía solidaria del sujeto, una participación directa y también solidaria en las decisiones y una responsabilidad ética.
En definitiva, hablar de educación ambiental, de coeducación, de educación para el consumo y para la salud, de educación sexual, moral y ciudadana, de igualdad de oportunidades, de educación para la paz y de derechos humanos, títulos de los temas transversales citados por el MEC (1989) no es más que reconocer que algo serio está fallando en nuestro mundo, es decir, la sociedad occidental en la que nos movemos quienes hablamos de la necesidad de transversalidad está en crisis. Nuestra cultura clásica falla. La orientación que se proporciona a la escuela es errónea. No es sólo un valor es algo más grande, más global, son los cimientos lo que se pone en duda. La concepción transversal sale al paso como una salida. Una solidaridad de la vida, a las puertas del siglo XXI, suena a comprensión del mundo, pero partiendo de la mundialización. Está surgiendo un sistema mundial cuando se anunciaba en los setenta que la humanidad estaba en una encrucijada capaz de ser aprovechada racionalmente, orientando la labor política hacia la cooperación y no por la confrontación. Estamos asistiendo a la mundialización de la democracia. En definitiva, la mundialización es una reacción a la crisis moderna de la sociedad occidental. Los temas transversales forman un todo y no son temas o valores desconexionados, sino una concepción acertada o no, de la existencia humana. Pero la transversalidad, entendida como una concepción globalmente solidaria, es decir, mundialista, exige a la democracia las mismas cualidades o una autonomía solidaria del sujeto, una participación directa y también solidaria en las decisiones y una responsabilidad ética.
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