Escuelas que alivian el dolor
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Fecha:
2009Publicado en:
Cuadernos de pedagogía. 2009, n. 388, marzo ; p. 57-60Resumen:
Se cuentan dos casos de duelo vividos en dos escuelas gallegas: la muerte por accidente de un alumno y la pérdida de la madre de una niña. En el primer caso, se cerró el colegio durante dos días, se pidió ayuda al Equipo de Orientación Específico y a un psiquiatra, que permaneció al margen para no alterar la normalidad del Centro. Había que apoyar al profesorado y proporcionarles estrategias para trabajar con el alumnado. El accidente no debía convertirse en tema de conversación permanente. Se reunió a las familias y se les solicitó su colaboración, para observar a los niños más afectados. El primer día se guardó un minuto de silencio y se leyó un poema. Se reorganizó el aula para evitar que el pupitre estuviera vacío. Pasado un tiempo, las imágenes dolorosas dieron paso a los recuerdos más gratificantes. Los alumnos aprendieron a tener en cuenta el sufrimiento de sus compañeros más afectados. En el segundo caso, también se pidió ayuda al Equipo Específico, se habló con las madres y se leyó un libro recomendado. Se intentó que todo volviese a la normalidad lo antes posible y que la niña hablara del tema cuando quisiera. Se estableció un protocolo que recogía una serie de consejos: robustecer los referentes familiares y escolares de los alumnos; retomar cuanto antes la normalidad; dar una respuesta personalizada y contextualizada; observar a los alumnos afectados, recomendación de pediatra y si es necesario acudir a la Unidad de Salud Mental.
Se cuentan dos casos de duelo vividos en dos escuelas gallegas: la muerte por accidente de un alumno y la pérdida de la madre de una niña. En el primer caso, se cerró el colegio durante dos días, se pidió ayuda al Equipo de Orientación Específico y a un psiquiatra, que permaneció al margen para no alterar la normalidad del Centro. Había que apoyar al profesorado y proporcionarles estrategias para trabajar con el alumnado. El accidente no debía convertirse en tema de conversación permanente. Se reunió a las familias y se les solicitó su colaboración, para observar a los niños más afectados. El primer día se guardó un minuto de silencio y se leyó un poema. Se reorganizó el aula para evitar que el pupitre estuviera vacío. Pasado un tiempo, las imágenes dolorosas dieron paso a los recuerdos más gratificantes. Los alumnos aprendieron a tener en cuenta el sufrimiento de sus compañeros más afectados. En el segundo caso, también se pidió ayuda al Equipo Específico, se habló con las madres y se leyó un libro recomendado. Se intentó que todo volviese a la normalidad lo antes posible y que la niña hablara del tema cuando quisiera. Se estableció un protocolo que recogía una serie de consejos: robustecer los referentes familiares y escolares de los alumnos; retomar cuanto antes la normalidad; dar una respuesta personalizada y contextualizada; observar a los alumnos afectados, recomendación de pediatra y si es necesario acudir a la Unidad de Salud Mental.
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