Sentimiento de inferioridad : timidez
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Fecha:
1977Resumen:
Estudiar un sentimiento de inferioridad, la timidez. Explica los conceptos relacionados con el sentimiento de inferioridad y las categorías de la timidez, analiza la fenomenología del sentimiento de inferioridad, estudia las causas y consecuencias de dicho sentimiento y propone un programa mental positivo de terapia para vencer la timidez. 1) Es necesario decir que las relaciones entre padres e hijos son de gran importancia. Lo esencial es que el niño confíe, lo que es menos frecuente de lo que se cree. Por más extraño que parezca el hecho, no es raro que los niños teman a sus padres o que teman no ser comprendidos. Los padres se imaginan muchas veces tener derecho a la confianza de sus hijos, pero para las almas delicadas, la confianza no es nunca un derecho, se gana y se merece, sin duda, por el afecto, pero también por la comprensión. Es necesario pues, rodear a los niños de una simpatía comprensiva. 2) Es necesario comprender al niño y sobre todo hacerle ver que se le ha comprendido. No es la severidad comprensiva lo que hace tímido, sino el amor ininteligente, no es el castigo lo que hiere y destruye la confianza, sino la burla o la ironía. Lo más necesario es, por encima de todo, no tratarlo a los diez años como a los cinco, y a los quince años como a los diez. 3) La preocupación hacia los niños por parte de los padres no debe ser excesiva, ya que este exceso se opondría a la formación de un normal sentimiento de sí mismo, propiciando situaciones neuróticas, que luego serán también fuente de continuos males para el adulto, porque no le dejarán lograr el pleno desarrollo de sus aptitudes, y con ello le impedirán que goce por completo de la vida. 4) Es preciso que los padres no dejen que sus hijos se aislen en el sueño. Este es uno de los peligros fundamentales a evitar, y si se logra subsanar, puede decirse que el mismo desarrollo de la timidez ha quedado detenido desde el principio. Si se distinguen con Bleuler, dos principios vitales que regulan nuestra actitud hacia lo real, uno, la sintonía, que es la facultad de vibrar al unísono con el ambiente, y de quedar en contacto con la realidad, el segundo, esquizoide, que es imposibilidad de contacto vital con la realidad, conviene decir que el tímido pertenece generalmente al temperamento esquizoide. Esto puede reconocerse muy pronto y debe advertirse inmediatamente. En suma, como la timidez es más que nada inadaptación, tanto a sí mismo como al mundo exterior, hay que adaptar al niño, desde su primera infancia, obligándole a tomar contacto con la realidad material y social. Por vivir en la soledad y en el ensueño es por lo que el tímido es apocado y temeroso, salirse de la soledad, frecuentar el trato de los demás, adquirir experiencia, es la mejor manera de adquirir seguridad y serenidad. La educación propicia será la que eficazmente proporcione al niño no sólo medios para aprender sino esencialmente para actuar sin prejuicios concretos en la vida, desenvolviéndose de tal forma que un posible conato de timidez sea rechazado de plano porque la familia y la escuela sabrán convenientemente aplicar la profilaxis adecuada y la terapéutica propicia para que la educación no sea algo terrible y agobiante para el niño sino todo lo contrario, algo que ha sido programado y motivado de tal forma que despierte interés e ilusión en el educando.
Estudiar un sentimiento de inferioridad, la timidez. Explica los conceptos relacionados con el sentimiento de inferioridad y las categorías de la timidez, analiza la fenomenología del sentimiento de inferioridad, estudia las causas y consecuencias de dicho sentimiento y propone un programa mental positivo de terapia para vencer la timidez. 1) Es necesario decir que las relaciones entre padres e hijos son de gran importancia. Lo esencial es que el niño confíe, lo que es menos frecuente de lo que se cree. Por más extraño que parezca el hecho, no es raro que los niños teman a sus padres o que teman no ser comprendidos. Los padres se imaginan muchas veces tener derecho a la confianza de sus hijos, pero para las almas delicadas, la confianza no es nunca un derecho, se gana y se merece, sin duda, por el afecto, pero también por la comprensión. Es necesario pues, rodear a los niños de una simpatía comprensiva. 2) Es necesario comprender al niño y sobre todo hacerle ver que se le ha comprendido. No es la severidad comprensiva lo que hace tímido, sino el amor ininteligente, no es el castigo lo que hiere y destruye la confianza, sino la burla o la ironía. Lo más necesario es, por encima de todo, no tratarlo a los diez años como a los cinco, y a los quince años como a los diez. 3) La preocupación hacia los niños por parte de los padres no debe ser excesiva, ya que este exceso se opondría a la formación de un normal sentimiento de sí mismo, propiciando situaciones neuróticas, que luego serán también fuente de continuos males para el adulto, porque no le dejarán lograr el pleno desarrollo de sus aptitudes, y con ello le impedirán que goce por completo de la vida. 4) Es preciso que los padres no dejen que sus hijos se aislen en el sueño. Este es uno de los peligros fundamentales a evitar, y si se logra subsanar, puede decirse que el mismo desarrollo de la timidez ha quedado detenido desde el principio. Si se distinguen con Bleuler, dos principios vitales que regulan nuestra actitud hacia lo real, uno, la sintonía, que es la facultad de vibrar al unísono con el ambiente, y de quedar en contacto con la realidad, el segundo, esquizoide, que es imposibilidad de contacto vital con la realidad, conviene decir que el tímido pertenece generalmente al temperamento esquizoide. Esto puede reconocerse muy pronto y debe advertirse inmediatamente. En suma, como la timidez es más que nada inadaptación, tanto a sí mismo como al mundo exterior, hay que adaptar al niño, desde su primera infancia, obligándole a tomar contacto con la realidad material y social. Por vivir en la soledad y en el ensueño es por lo que el tímido es apocado y temeroso, salirse de la soledad, frecuentar el trato de los demás, adquirir experiencia, es la mejor manera de adquirir seguridad y serenidad. La educación propicia será la que eficazmente proporcione al niño no sólo medios para aprender sino esencialmente para actuar sin prejuicios concretos en la vida, desenvolviéndose de tal forma que un posible conato de timidez sea rechazado de plano porque la familia y la escuela sabrán convenientemente aplicar la profilaxis adecuada y la terapéutica propicia para que la educación no sea algo terrible y agobiante para el niño sino todo lo contrario, algo que ha sido programado y motivado de tal forma que despierte interés e ilusión en el educando.
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