Escuchar a la infancia nos hace más humanos
Texto completo:
https://www.educacionfpydeportes ...Ver/ Abrir
Nivel Educativo:
Tipo Documental:
Artículo de revistaEstadísticas:
Ver Estadísticas de usoMetadatos:
Mostrar el registro completo del ítemAutor:
Fecha:
2024Publicado en:
Participación educativa. 2024, v. 11, n. 14 ; p. 103-117Resumen:
Existe un cambio de paradigma, una transformación social por alcanzar que está directamente relacionada con el trato que se da a las infancias y a las adolescencias y con el reconocimiento que se hace de sus derechos, voces, experiencias e intereses, es decir, con el papel que se les da para que crezcan desde sus propias vidas. Se tiende a adultizarles antes de tiempo y a analizar sus problemas y dificultades desde una mentalidad que les juzga y descalifica, que no tiene en cuenta que son sujetos activos cuyo desarrollo y bienestar depende en gran medida de que se los respete y acompañe en su infancia y en las etapas evolutivas que los llevan hasta la adolescencia y juventud, que se les reconozca como sujetos de derechos. El marco normativo que existe en España recoge ese enfoque de derechos hasta el punto de que recientemente se ha aprobado una norma pionera en Europa, la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI), que prima por encima de cualquier otro aspecto la importancia del buen trato a las niñas, niños y a adolescentes para prevenir, evitar, atender y reparar la violencia que sufren. Una norma apenas conocida mientras la violencia hacia la infancia aumenta y las voces alarmistas que ignoran este marco normativo, también. Hay una responsabilidad colectiva en erradicar esa violencia y en promover el buen trato, pero hay una responsabilidad individual en qué actitud y comportamiento se adopta con cada niña y niño, sin discriminarles por sesgos que no tienen ninguna justificación real. El desafío no son las niñas y niños en sí, el desafío está en las personas adultas que señalan el dedo (a ellos) mientras las voces expertas dicen que hay que mirar a la luna (sus necesidades e intereses). El desafío es acompañar los aprendizajes y crecimiento de las niñas, niños y adolescentes desde una educación liberadora, las prohibiciones y los vetos solo les exponen a más riesgos. Muchas de las claves para ese buen trato están en las observaciones del propio Comité de los Derechos del Niño y en los diferentes informes de las organizaciones de infancia y distintas personas expertas. Solo superando adultocentrismo se puede comprender la importancia de respetar que las niñas, niños y adolescentes tienen su propia identidad al margen de los deseos, los prejuicios y los intereses de los adultos. No se trata de dejarles solos, sino de estar a su lado, de escucharlos, de verlos como sujetos de derechos.
Existe un cambio de paradigma, una transformación social por alcanzar que está directamente relacionada con el trato que se da a las infancias y a las adolescencias y con el reconocimiento que se hace de sus derechos, voces, experiencias e intereses, es decir, con el papel que se les da para que crezcan desde sus propias vidas. Se tiende a adultizarles antes de tiempo y a analizar sus problemas y dificultades desde una mentalidad que les juzga y descalifica, que no tiene en cuenta que son sujetos activos cuyo desarrollo y bienestar depende en gran medida de que se los respete y acompañe en su infancia y en las etapas evolutivas que los llevan hasta la adolescencia y juventud, que se les reconozca como sujetos de derechos. El marco normativo que existe en España recoge ese enfoque de derechos hasta el punto de que recientemente se ha aprobado una norma pionera en Europa, la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI), que prima por encima de cualquier otro aspecto la importancia del buen trato a las niñas, niños y a adolescentes para prevenir, evitar, atender y reparar la violencia que sufren. Una norma apenas conocida mientras la violencia hacia la infancia aumenta y las voces alarmistas que ignoran este marco normativo, también. Hay una responsabilidad colectiva en erradicar esa violencia y en promover el buen trato, pero hay una responsabilidad individual en qué actitud y comportamiento se adopta con cada niña y niño, sin discriminarles por sesgos que no tienen ninguna justificación real. El desafío no son las niñas y niños en sí, el desafío está en las personas adultas que señalan el dedo (a ellos) mientras las voces expertas dicen que hay que mirar a la luna (sus necesidades e intereses). El desafío es acompañar los aprendizajes y crecimiento de las niñas, niños y adolescentes desde una educación liberadora, las prohibiciones y los vetos solo les exponen a más riesgos. Muchas de las claves para ese buen trato están en las observaciones del propio Comité de los Derechos del Niño y en los diferentes informes de las organizaciones de infancia y distintas personas expertas. Solo superando adultocentrismo se puede comprender la importancia de respetar que las niñas, niños y adolescentes tienen su propia identidad al margen de los deseos, los prejuicios y los intereses de los adultos. No se trata de dejarles solos, sino de estar a su lado, de escucharlos, de verlos como sujetos de derechos.
Leer menos