Niños, niñas y adolescentes somos potentes ciudadanos y ciudadanas del ahora : la participación en los centros educativos
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2023Publicado en:
Participación educativa. 2023, v. 10, n. 13, noviembre ; p. 95-100Resumen:
Desde la Revolución Industrial, el modelo de producción y consumo ha generado una serie de cambios como el que viene experimentando el clima. Las guerras y conflictos bélicos en muchos lugares del planeta, la pobreza, las desigualdades y las enfermedades tienen impacto sobre todos y todas, aunque no en la misma proporción. Por poner un ejemplo: el cambio climático afecta a todo el globo, pero sus impactos y consecuencias varían dependiendo de factores como la edad, la procedencia geográfica y el género. En el marco de esta situación desigual e injusta también se deben contemplar otros dos factores: la responsabilidad y el tiempo. La crisis planetaria no puede esperar. Lo que está en juego son los derechos, la dignidad y la propia vida de las personas, la crisis planetaria es una crisis de derechos humanos. El Comité de los Derechos de los Niños de la ONU ha señalado detalladamente que el dilema climático no vulnera únicamente el derecho más obvio a un ambiente sano, limpio y sostenible, sino que también viola derechos como el derecho a la educación, el derecho a la vida, a la supervivencia y al desarrollo, el derecho a la no discriminación, a la libertad de expresión, de asociación y de reunión pacífica, entre otros. La educación, por tanto, es uno de los más grandes motores de cambio y generación de esperanza y acción. La labor de quienes educan es una clave para generar conciencia en las futuras y presentes generaciones que se educan. La educación debe contemplar dentro de su desarrollo la participación. El sistema educativo debe ser inclusivo y aprovechar las capacidades de los alumnos para fomentar su participación de maneras distintas. La participación, por último, tiene que ver con la necesidad de darle valor a las voces de los estudiantes, niños, niñas, adolescentes y jóvenes en los centros educativos.
Desde la Revolución Industrial, el modelo de producción y consumo ha generado una serie de cambios como el que viene experimentando el clima. Las guerras y conflictos bélicos en muchos lugares del planeta, la pobreza, las desigualdades y las enfermedades tienen impacto sobre todos y todas, aunque no en la misma proporción. Por poner un ejemplo: el cambio climático afecta a todo el globo, pero sus impactos y consecuencias varían dependiendo de factores como la edad, la procedencia geográfica y el género. En el marco de esta situación desigual e injusta también se deben contemplar otros dos factores: la responsabilidad y el tiempo. La crisis planetaria no puede esperar. Lo que está en juego son los derechos, la dignidad y la propia vida de las personas, la crisis planetaria es una crisis de derechos humanos. El Comité de los Derechos de los Niños de la ONU ha señalado detalladamente que el dilema climático no vulnera únicamente el derecho más obvio a un ambiente sano, limpio y sostenible, sino que también viola derechos como el derecho a la educación, el derecho a la vida, a la supervivencia y al desarrollo, el derecho a la no discriminación, a la libertad de expresión, de asociación y de reunión pacífica, entre otros. La educación, por tanto, es uno de los más grandes motores de cambio y generación de esperanza y acción. La labor de quienes educan es una clave para generar conciencia en las futuras y presentes generaciones que se educan. La educación debe contemplar dentro de su desarrollo la participación. El sistema educativo debe ser inclusivo y aprovechar las capacidades de los alumnos para fomentar su participación de maneras distintas. La participación, por último, tiene que ver con la necesidad de darle valor a las voces de los estudiantes, niños, niñas, adolescentes y jóvenes en los centros educativos.
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