Educar para la convivencia en el sistema educativo
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Fecha:
2001Publicado en:
Bizikidetazarako Heziketaren I Biltzarra = I Congreso de Educación para la Convivencia. 2001Resumen:
La institución escolar está sometida a una multitud de interrogantes que revelan la preocupación social que se cierne sobre su naturaleza y función, así como sobre una posible crisis de valores. Si nos acercamos al debate desde ésta perspectiva, considerando que se trata del eterno problema de lo que debe o no debe ser la escuela, deberíamos recordar que este discurso fluctúa entre el entusiasmo y el abatimiento. La escuela estuvo siempre, y es de esperar que lo continúe estando, en el foco de la atención social; ello será expresión de que la cultura y la ciudadanía se preocupan de ella e intentan mejorarla, para lo cual es imprescindible cuestionarla. El análisis sobre la educación y los valores universales exige demandar a la sociedad su propio concepto de universalidad de los valores, prestar atención a los procesos concretos que acontecen en la escuela como ámbito de convivencia y a los recursos reales que la sociedad aporta para que ésta alcance las finalidades que se enuncian en las declaraciones de intenciones. De la convivencia conjunta, van a surgir los modos de resolución de conflictos, las formas de negociación de intereses y los sistemas de resolver las divergencias que permanentemente surgen entre las personas; por eso es tan importante que conozcamos los problemas sociales que acontecen en las escuelas, uno de los más dramáticos es el problema de la violencia escolar. A veces, la vida intelectual avanza más rápidamente que la vida social y muchos chicos/as que saben que tienen derecho a la reciprocidad son incapaces de dominar las destrezas sociales que les permitirían ejercitar dicho derecho. Dominar las habilidades sociales no es sólo una cuestión de conocimiento, es una cuestión de práctica social. La disciplina explícita, es decir, el establecimiento de las normas y la vigilancia de que estas se cumplan alcanza a las relaciones entre los profesores y los escolares y a las que todos tienen con los contenidos y los procesos curriculares: tareas y actividades. Pero no alcanza, o no de igual forma, a las relaciones que los propios escolares establecen entre sí; Hasta ahora el diseño y el desarrollo de los curricula han prestado escasa atención a las relaciones de los iguales y mucho menos a los elementos afectivos que en ellas tienen lugar. Sin embargo, resulta evidente que muchas de las informaciones, actitudes y valores que se adquieren en la escuela se elaboran en el complejo y casi desconocido microsistema social que constituyen los iguales. El conflicto es una situación de confrontación entre dos o más protagonistas, entre los cuales existe un antagonismo motivado por una confrontación de intereses. Algunos conflictos cursan con agresividad cuando fallan los instrumentos mediadores con los que hay que enfrentarse al mismo. Hay que recordar que el fenómeno de la violencia escolar se etiqueta con una variedad de nombres que contienen una variedad de problemas que no son el mismo: conflictividad, agresividad, indisciplina, vandalismo, mala conducta, disruptividad y violencia son expresiones con las que solemos referirnos a ella. Adoptar una posición coherente, exige no confundir unos problemas con otros. Cuando está en juego una tensión de intereses y aparece un conflicto, todo depende de los procedimientos y estrategias que se empleen para salir del mismo. Si no se usan procedimientos pacíficos, sino belicosos, aparecerán episodios agresivos que pueden cursar con violencia. Aprender a enfrentar conflictos y a salir exitosamente de ellos, ganando o perdiendo, pero sin dejarse la piel en el camino ni dañar al oponente es la gran lección social que vamos aprendiendo día a día.
La institución escolar está sometida a una multitud de interrogantes que revelan la preocupación social que se cierne sobre su naturaleza y función, así como sobre una posible crisis de valores. Si nos acercamos al debate desde ésta perspectiva, considerando que se trata del eterno problema de lo que debe o no debe ser la escuela, deberíamos recordar que este discurso fluctúa entre el entusiasmo y el abatimiento. La escuela estuvo siempre, y es de esperar que lo continúe estando, en el foco de la atención social; ello será expresión de que la cultura y la ciudadanía se preocupan de ella e intentan mejorarla, para lo cual es imprescindible cuestionarla. El análisis sobre la educación y los valores universales exige demandar a la sociedad su propio concepto de universalidad de los valores, prestar atención a los procesos concretos que acontecen en la escuela como ámbito de convivencia y a los recursos reales que la sociedad aporta para que ésta alcance las finalidades que se enuncian en las declaraciones de intenciones. De la convivencia conjunta, van a surgir los modos de resolución de conflictos, las formas de negociación de intereses y los sistemas de resolver las divergencias que permanentemente surgen entre las personas; por eso es tan importante que conozcamos los problemas sociales que acontecen en las escuelas, uno de los más dramáticos es el problema de la violencia escolar. A veces, la vida intelectual avanza más rápidamente que la vida social y muchos chicos/as que saben que tienen derecho a la reciprocidad son incapaces de dominar las destrezas sociales que les permitirían ejercitar dicho derecho. Dominar las habilidades sociales no es sólo una cuestión de conocimiento, es una cuestión de práctica social. La disciplina explícita, es decir, el establecimiento de las normas y la vigilancia de que estas se cumplan alcanza a las relaciones entre los profesores y los escolares y a las que todos tienen con los contenidos y los procesos curriculares: tareas y actividades. Pero no alcanza, o no de igual forma, a las relaciones que los propios escolares establecen entre sí; Hasta ahora el diseño y el desarrollo de los curricula han prestado escasa atención a las relaciones de los iguales y mucho menos a los elementos afectivos que en ellas tienen lugar. Sin embargo, resulta evidente que muchas de las informaciones, actitudes y valores que se adquieren en la escuela se elaboran en el complejo y casi desconocido microsistema social que constituyen los iguales. El conflicto es una situación de confrontación entre dos o más protagonistas, entre los cuales existe un antagonismo motivado por una confrontación de intereses. Algunos conflictos cursan con agresividad cuando fallan los instrumentos mediadores con los que hay que enfrentarse al mismo. Hay que recordar que el fenómeno de la violencia escolar se etiqueta con una variedad de nombres que contienen una variedad de problemas que no son el mismo: conflictividad, agresividad, indisciplina, vandalismo, mala conducta, disruptividad y violencia son expresiones con las que solemos referirnos a ella. Adoptar una posición coherente, exige no confundir unos problemas con otros. Cuando está en juego una tensión de intereses y aparece un conflicto, todo depende de los procedimientos y estrategias que se empleen para salir del mismo. Si no se usan procedimientos pacíficos, sino belicosos, aparecerán episodios agresivos que pueden cursar con violencia. Aprender a enfrentar conflictos y a salir exitosamente de ellos, ganando o perdiendo, pero sin dejarse la piel en el camino ni dañar al oponente es la gran lección social que vamos aprendiendo día a día.
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